Siempre había sido una trabajadora dedicada, comprometida con la empresa y convencida de que tenía una buena relación con mi jefe. Era exigente pero justo, alguien que escuchaba y valoraba el esfuerzo de su equipo. Durante años trabajé arduamente para demostrar mi valía, creyendo que había ganado mi lugar con esfuerzo y dedicación. Por eso, cuando me llamó a su oficina aquella tarde, asumí que se trataba de una reunión rutinaria, sin imaginar que ese día marcaría un antes y un después en mi vida.
Me miró brevemente antes de bajar la vista a unos papeles en su escritorio. Su voz sonó distante, casi vacía. Me temo que tenemos que prescindir de ti.
Por un instante, mi mente quedó en blanco.
¿Qué? ¿Por qué?
Lo siento. La empresa ha decidido hacer recortes y tu puesto es uno de los afectados. No es nada personal, solo negocios. Recursos humanos te explicará los detalles de la indemnización.
Sus palabras no tenían sentido. Acababa de cerrar un proyecto importante, había recibido buenas evaluaciones y siempre me esforcé al máximo. No hubo advertencias ni indicios de que mi trabajo estuviera en riesgo.
¿Estás seguro? He dado todo por esta empresa. ¿Por qué ahora?
No es mi decisión. Lo siento, pero no hay nada que pueda hacer.
Recogí mis cosas sin poder procesar lo que estaba ocurriendo. Cuando crucé la puerta por última vez, sentí un nudo en el pecho. Me habían descartado sin más, como si todo el esfuerzo y dedicación no significaran nada.
A la mañana siguiente, mi teléfono vibró con un mensaje inesperado.
Reúnete conmigo. Necesito decirte la verdad.
Era de su esposa.
No sabía que tenía mi número ni por qué querría verme ahora. Durante un momento consideré ignorar el mensaje, pero algo me decía que había más de lo que imaginaba.
Nos encontramos en una cafetería del centro. Cuando llegué, ya estaba allí, con las manos entrelazadas sobre la mesa y un aire de preocupación en el rostro. Se veía diferente a como la recordaba, con el rostro marcado por el tiempo y el cansancio.
Gracias por venir. Sé que esto es extraño.
La observé con cautela. Qué está pasando.
Tomó aire y desvió la mirada hacia la ventana antes de regresar a la conversación.
No sé cómo decir esto, pero siento que debes saber la verdad. No te despidieron por recortes presupuestarios. Eso fue una mentira.
Me quedé en silencio.
Qué quieres decir. Él dijo que no había otra opción.
No fue por la empresa. Fue por mí.
La confusión me golpeó de lleno.
¿Por ti?
Greg y yo hemos tenido problemas en nuestro matrimonio desde hace meses. Hemos discutido, hemos tratado de arreglarlo, pero la verdad es que hay alguien más.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
¿Te ha estado engañando?
Asintió, con los ojos llenos de lágrimas.
Sí, pero no con cualquiera. Contigo.
La frase quedó suspendida en el aire.
No. No es posible. Yo nunca—
Lo sé. Pero él pensaba que sí. Se ha obsesionado contigo. No podía despedirte porque le resultaba demasiado difícil, pero intentó alejarse. Por eso comenzó a actuar diferente, a evitarte en las reuniones. Quería alejarte de su mente.
El aire se sintió más pesado, como si me faltara oxígeno.
La noche antes de que te despidieran, discutimos. Le dije que no podía seguir así, que debía elegir entre su familia o lo que sentía por ti. Y tomó una decisión.
No supe qué responder.
Pensó que si desaparecías, todo volvería a la normalidad. Que si no estabas cerca, él podría salvar nuestro matrimonio.
Un nudo se formó en mi garganta. No había señales, no había advertencias. Solo fui un daño colateral en una relación que se desmoronaba.
Lo siento mucho. No quería que pagaras por esto. Quería que supieras la verdad.
Las palabras pesaban demasiado. No solo había perdido mi trabajo, sino que también había sido arrastrada a un juego en el que nunca pedí participar.
No sé qué decir.
No espero que me perdones, solo quería que lo supieras. No quiero que pienses que hiciste algo mal.
Asentí lentamente, sintiéndome abrumada por todo lo ocurrido.
Gracias por decírmelo. No sé qué haré ahora, pero al menos sé la verdad.
Se despidió con una sonrisa triste antes de irse.
Al salir del café, el sol brillaba intensamente, pero dentro de mí todo se sentía oscuro y vacío. Mi confianza, mi estabilidad y hasta mi percepción de mí misma estaban rotas en pedazos. Sin embargo, algo dentro de mí comprendió que, por dolorosa que fuera, la verdad era el primer paso para empezar de nuevo.