Nosotros llegamos, ¿y vosotros adónde huís?

Nosotros llegamos, ¿y vosotros adónde huís?

– Disculpen, ¿a dónde se dirigen? Vinimos exclusivamente a saludarlos – preguntó desafiante la hermana política con expresión altiva.

– ¡Tu parienta me exaspera profundamente! – masculló Galina con evidente malestar. – ¡Me provoca ataques de ansiedad!

– ¡Créeme, no eres la única! – añadió enérgicamente su marido, Máximo.

– Siempre interviene en nuestros asuntos con aire de superioridad. Tendrías que observar su sonrisa irónica cuando consigue alterarme – comentó entre susurros Galina. – Que si soy descortés, que si tengo mal aspecto…

– Ha sido igual toda la vida – expresó Máximo, resignado. – Desafortunadamente, es responsabilidad de nuestra madre por consentirla tanto.

– Es una fortuna estar lejos de ellos – soltó Galina con alivio evidente.

La madre de Máximo, Inés María, junto con su hija Ariadna, vivían en la urbe, mientras él y Galina habitaban una localidad más apartada.

Las dos familiares compartían vivienda tras enviudar, así que visitar a Inés implicaba también soportar a Ariadna.

Ariadna no sentía aprecio alguno hacia Galina, lo que inevitablemente causaba enfrentamientos.

Durante los primeros encuentros, Galina toleraba estoicamente los ataques, pero luego empezó a responder, ya que su aparente fragilidad animaba también a Inés a juzgarla.

Finalmente, las visitas familiares terminaban siempre en disputas, motivando que Galina y Máximo optaran por distanciarse.

Al notar esto, Inés comenzó a reclamar telefónicamente explicaciones a Máximo.

– ¿Qué ocurre que no aparecen? Van ya dos semanas y ni una noticia. ¿Has pensado alguna vez que nos haces falta? – reprochó Inés.

– Estamos ocupados, no tenemos tiempo – respondió Máximo con frialdad.

– ¿Ah sí? ¿Y qué tan vital es eso? ¿Acaso tu mujer te lo prohíbe? La última ocasión su cara reflejaba una amargura absoluta.

– Ya dije, tenemos compromisos – cortó tajante Máximo y finalizó la llamada.

Pasado un rato, Inés anunció una visita inesperada al pueblo.

– ¿Con qué propósito? – preguntó Máximo sorprendido.

– Ver a una vieja amistad y aprovechamos para saludarlos, ya que no vienen ustedes.

El rostro de Máximo palideció inmediatamente. No había evitado verlas para que ahora aparecieran ellas.

– Probablemente estaremos fuera – intentó evitar su llegada.

– ¿Dónde podrían ir? – cuestionó Inés con sarcasmo. – Sospecho que simplemente prefieren no recibirnos. Sean sinceros.

– Vamos al aniversario de unos amigos – improvisó rápidamente Máximo.

– De acuerdo, sigan con sus planes, aunque no es frecuente que madre y hermana los visiten – expresó Inés con evidente desagrado antes de colgar.

Máximo sintió remordimiento por su familia, pero al recordar el trato hacia Galina, optó por no preocuparse más.

Cuando Galina abrió la puerta y vio a sus familiares políticos, quedó desconcertada.

Máximo, fingiendo sorpresa, la interrumpió con un comentario fingido:

– ¿Todavía no estás lista, Galya?

– ¿Lista para qué? – respondió Galina confundida.

– Para el aniversario, ¿olvidaste? – dijo Máximo simulando espontaneidad. – Ah, madre, Ariadna, ¡qué sorpresa!

– Te dije claramente que vendríamos – replicó seca Inés. – ¿Nos recibirán o permaneceremos en el pasillo?

– Imposible, debemos salir. Galya, prepárate – ordenó Máximo mientras sujetaba suavemente el brazo de su esposa.

– ¡Vinimos especialmente a verlos! – protestó Ariadna. – ¿No es algo tarde para celebraciones?

– No, empieza pronto – respondió Máximo velozmente. – Debemos salir en breve.

– ¿Irás con esa ropa tan informal? – cuestionó burlona Inés.

– ¡Qué despiste, iré a cambiarme! – exclamó Máximo sonrojado y salió apresuradamente.

Madre e hija se miraron con sospecha, intuyendo el falso compromiso.

– ¿No podrían aplazar sus planes por nosotras? – interrogó Inés viendo regresar a Máximo ya vestido.

– Imposible – reafirmó Máximo abotonándose. – Es un evento reservado desde hace tiempo, con plazas pagadas. Vengan otro día – añadió, consciente del rechazo que vendría.

– ¿Podemos esperarlos aquí mientras regresan? – insinuó Ariadna mirando alrededor.

– No, no veo motivo alguno para eso – replicó firmemente Máximo. – ¿No tienen otro lugar?

– Siempre es más cómodo donde los hijos – ironizó Inés. – Además, nuestra amiga tampoco nos recibió muy entusiasmada.

– ¿Las acerco hasta la parada? – sugirió Máximo claramente incómodo con la idea de dejarlas solas.

– No hay transporte y tampoco podrás llevarnos tú – replicó Ariadna con intención mordaz.

– Puedo alojarlas en un hotel cercano – ofreció Máximo finalmente. – Más no puedo hacer.

La madre mostró desencanto. Esperaba algo más acogedor.

– ¿Creen acaso que robaremos algo? – insinuó Ariadna con sarcasmo.

– No, simplemente no estamos cómodos dejando la casa ocupada en nuestra ausencia – intervino decididamente Galina.

– Vengan, les buscaré alojamiento – propuso Máximo para suavizar el ambiente.

– ¡Olvídalo! – contestó bruscamente Inés saliendo del domicilio.

Ariadna la siguió, quejándose en voz alta del trato recibido.

Desde la ventana, Máximo y Galina respiraron profundamente, liberados de la tensión.

El inventado aniversario ya no era necesario.

Inés y Ariadna retornaron molestas en un taxi, decididas a cortar la relación.

Tiempo después, Máximo volvió a ellas únicamente por razones prácticas y necesarias.

Ariadna abrió fríamente la puerta, indicando con firmeza que se iban y no permitirían a nadie quedarse allí.

Máximo comprendió entonces que la ruptura familiar era definitiva.

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