Recuerdo que estaba sentada frente a la vieja cómoda de la abuela, admirando su encanto antiguo, pero también notando sus muchas imperfecciones. Después de mucho pensar, decidí que era hora de un cambio. El proceso resultó ser sorprendentemente sencillo: solo usé un poco de jabón de cocina y una esponja metálica. Los materiales no eran los mejores y los cajones rotos necesitaban ser reemplazados, así que tomé la decisión de pintarla.
Aunque algunos prefieren la madera sin tratar, yo creo que depende mucho del estilo y del entorno en el que se encuentre.
Materiales utilizados
Para transformarla, elegí los materiales que tenía a mano:
Compré un esmalte acrílico de color «Azul Noche» en una tienda local, pero no estaba tan satisfecha con su acabado.
Usé pintura acrílica que me había sobrado de un proyecto anterior, y también empleé una pintura metálica plateada que había sobrado de la restauración de una lámpara.
Encontré madera vieja en el cobertizo de herramientas, junto con algunas molduras que habían quedado de un proyecto de jardinería.
Un poco de pegamento fuerte, masilla para madera y algunas bisagras viejas que había rescatado de una reparación anterior.
Con estas piezas decidí comenzar el proyecto.
Proceso de restauración
Comencé lijando las imperfecciones de la madera y limpiando bien la superficie antes de aplicar la pintura. Para las estanterías internas, utilicé la pintura sobrante de la zapatera, dándole un acabado suave y cálido. Para el exterior, decidí que el «Azul Noche» sería perfecto para darle un toque sofisticado, aunque su textura era algo densa y el olor algo fuerte. A pesar de eso, cubrió de manera excelente con solo dos capas.
Para tapar una grieta en la parte superior de la cómoda, utilicé molduras decorativas, las cuales pegué con pegamento fuerte y las fijé con pequeños clavos para asegurar que se quedaran en su lugar.
Al ver los cajones rotos, decidí crear nuevas puertas para reemplazarlos. Utilicé las molduras de madera que había encontrado en el cobertizo, y las aseguré con pegamento y una grapadora. Sin embargo, me di cuenta de que la madera ya había comenzado a deformarse por el paso del tiempo, lo que complicó un poco el proceso.
Para las puertas de las nuevas secciones, utilicé una malla metálica que había quedado en la casa del campo. Le di un toque moderno pintándola de plateado y la fijé a los marcos con una grapadora, doblando los bordes para que quedara bien tensa.
Toques finales
Finalmente, instalé las bisagras y las manijas vintage que encontré en la caja de herramientas. Era increíble cómo esos pequeños detalles le daban un aire totalmente diferente.
¡La cómoda renovada estaba lista para darle una nueva vida! Pero, después de todo el trabajo, decidí que no quedaría en el pasillo. Tal vez encontraría un lugar especial para ella dentro de la casa, donde pudiera lucir como se merece.