El banquete de la venganza: una cena de Acción de Gracias inolvidable

El banquete de la venganza: una cena de Acción de Gracias inolvidable

Así que es Acción de Gracias, ¿verdad? Estoy metida hasta los codos en puré de papas, el pavo lleva tres horas en el horno, mis hijos corren como locos por la sala con sus coronas de papel, y yo apenas he probado mi café de la mañana. Pero lo tenía todo bajo control… hasta que escuché la puerta.

Dan, mi esposo, entra como si nada, con esa sonrisa de niño travieso que siempre ha usado para salirse con la suya.
—¡Cariño, ya llegamos! —dice, como si eso explicara algo.

“¿Ya llegamos?”. Mi ceja se arquea. Entonces, la estampida comienza.

Una decena de personas —con bolsas, postres, vinos baratos y miradas emocionadas— entra a nuestra casa como si fueran parte del elenco de The Office. Un tipo dejó su abrigo encima del piano. Otra comenzó a servirse vino como si fuera su casa. La única que parecía notar mi expresión fue mi hija de cuatro años, que susurró:
—Mami parece una volcana…

Agarro a Dan del brazo.
—¿Qué demonios está pasando?
—Los invité —responde con total serenidad—. Son mis compañeros de oficina. No tenían planes y… bueno, pensé que sería bonito. Tú sabes, el espíritu de Acción de Gracias.

Ah. El espíritu. Claro.

Podría haber explotado. Podría haber gritado. Podría haberle lanzado el puré de papas directo al rostro y hacer que lo lamiera del suelo mientras lo grababa en TikTok. Pero no.
Respiré hondo. Sonreí. Y ahí mismo, en medio del caos, me nació una idea mejor. Una dulce, jugosa, deliciosa venganza.

—¡Bienvenidos todos! —grité alegremente—. Espero que estén listos para participar en nuestra nueva tradición familiar…

Dan me miró, confundido.
—¿Nueva tradición?

—¡Sí! —dije, ya con mi tono de presentadora de concurso—. Cada invitado tiene que cocinar o preparar algo aquí mismo, con lo que haya en la despensa. ¡Sorpresa! Y Dan, tú también.

Silencio. Luego, risas nerviosas. Pensaban que bromeaba. Hasta que repartí delantales y abrí la cocina como si fuera MasterChef. Una compañera de Dan intentó excusarse por “no saber cocinar”, pero le pasé una receta escrita a mano y una espátula.

Dan me lanzó una mirada de súplica.
—¿De verdad vas a hacer esto?
—Oh, amor. Claro que sí. El espíritu de Acción de Gracias, ¿recuerdas?

Dos horas después, mi cocina parecía un campo de batalla. El tipo del cubículo de Dan quemó el relleno, una de sus asistentes confundió azúcar con sal, y mi esposo… bueno, mi esposo acabó llorando frente a una cazuela de judías verdes.

Pero al final, todos comimos. Entre risas, errores culinarios, y vino derramado, la cena fue un éxito. No gracias a Dan, claro. Sino gracias a mi venganza organizada y deliciosa.

Y desde ese día, cada Acción de Gracias en nuestra casa tiene una regla escrita en letras doradas:
“No invitados sorpresa. Nunca.”

Aunque… no prometo que el próximo año no les toque hacer una presentación de karaoke temática de pavos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *