Era un día como cualquier otro, o al menos eso pensaba yo. Mi esposo, Roberto, me dio un beso en la mejilla y me deseó un buen viaje de negocios, pero algo en su mirada me hizo sentir que algo no estaba bien. Decidí seguir con mi plan y salir, pero no hacia ningún viaje. La verdad era que quería sorprenderlo, darle algo que nunca olvidara: una fiesta de cumpleaños con todos sus seres queridos. Había estado tan ocupado últimamente que pensé que sería perfecto hacerle una sorpresa, algo que realmente le demostrara cuánto lo apreciaba.
Esa noche, mientras él pensaba que yo estaba a kilómetros de distancia, preparé la casa. Llamé a sus padres, amigos cercanos, familiares, e incluso a mi mejor amiga. Todos estaban tan emocionados como yo por ver la reacción de Roberto cuando entrara y todos gritaramos “¡Sorpresa!” Fue un trabajo en equipo, y lo habíamos organizado todo al detalle.
Esperamos en silencio, cada uno oculto en alguna parte de la casa. La puerta de entrada se cerró con un suave clic y las voces se apagaron instantáneamente. Todos estábamos a la espera. El sonido de sus pasos resonó por el pasillo, y mi corazón latía más rápido a medida que se acercaba.
Pero lo que ocurrió a continuación hizo que todo mi cuerpo se paralizara. La puerta se abrió con un crujido familiar, pero en lugar de la sonrisa que esperaba, vi una cara que nunca en mi vida había imaginado ver en su mirada. Roberto entraba a la casa con una mujer a su lado. Una mujer que no era yo.
Me quedé completamente inmóvil. El plan que había ideado se desmoronó en un segundo. Mi corazón se hundió en mi pecho, pero mi mente estaba en un estado de choque. Todo lo que había preparado, toda la emoción y la alegría que había anticipado, se desvaneció con esa única visión. Él, el hombre al que amaba, estaba entrando a casa con su amante, como si nada. Estaba claro lo que había sucedido: pensaba que yo había salido de viaje, y ahora tenía la oportunidad perfecta para pasar la noche con ella.
Pero lo que no sabía Roberto, lo que nunca imaginó, era que en la habitación de al lado no solo me estaba escondiendo yo, sino también su madre, su padre, su hermano, su primo, mi mejor amigo, y decenas de sus seres queridos.
No lo dudé…