Leticia no podía creer lo que acababa de descubrir. Su mundo se había desplomado en cuestión de horas. Lo que parecía ser un simple fin de semana fuera de casa se había transformado en una pesadilla de infidelidades y traiciones.
Habían sido diez años de matrimonio, de momentos felices y dolorosos, de luchas y victorias. Pero lo que Adrián había hecho había marcado el final de todo. Aquel fin de semana, mientras ella se tomaba un respiro por fin, él decidió que era el momento perfecto para iniciar una relación con Lucía, una mujer que, hasta ese momento, Leticia no conocía, pero de la que ahora no podía dejar de pensar.
La traición no vino sola. Fue acompañada por la indiferencia de su suegra, Valentina, que no dudó en acoger a la nueva amante de su hijo como si fuera una más de la familia. Leticia sentía una mezcla de dolor y rabia al recordar los años que había dedicado a esa familia, sin recibir más que desprecio y traición en respuesta.
Esa misma tarde, mientras Sergio jugaba con su padre y Lucía, Leticia decidió no quedarse callada. La conversación en su hogar esa noche fue tensa. Adrián no mostró ni un ápice de arrepentimiento. De hecho, su actitud era tan fría que Leticia se dio cuenta de que ya no conocía al hombre con el que había compartido tanto.
—¿Qué sigue, Adrián? ¿Ahora también esperas que acepte a Lucía? ¿Que la considere parte de la familia? —preguntó Leticia, su voz temblando de ira.
—No es para tanto, Leticia. Quiero que todo se resuelva sin dramas —respondió él, sin importarle el daño que había causado.
Esa noche, Leticia se fue a dormir con el corazón roto, sintiendo cómo la confianza que había depositado en su matrimonio se desmoronaba en pedazos. Pero lo que no sabía era que esta traición la llevaría a descubrir aún más secretos sobre su relación y sobre su propia familia.
Al día siguiente, Leticia fue a casa de su suegra, buscando respuestas. Quería entender cómo alguien en quien había confiado tanto, alguien a quien había cuidado y querido, podía hacerle esto.
—¿Por qué me traicionaste, Valentina? ¿Por qué me permitiste vivir en esta mentira? —preguntó Leticia, su voz rota.
Valentina, con la mirada en el suelo, no pudo dar una respuesta. Solo susurró un “lo siento” que no significaba nada.
Leticia se dio cuenta de que, a pesar de todo, no iba a encontrar la paz allí. La mentira había contaminado cada rincón de esa familia, y no había vuelta atrás. Decidió que no iba a seguir siendo parte de algo que ya no era suyo.
Esa noche, Adrián apareció en casa, tratando de hablar del divorcio. Pero para Leticia, ya no había nada que discutir. La casa, el dinero, el matrimonio… todo había perdido su valor. Lo único que le importaba ahora era su hijo.
—El piso no tiene valor, Adrián. No me importa lo que digas, ni lo que pienses. Ya no hay nada que repartir. Yo me voy —dijo Leticia con firmeza.
Adrián intentó responder, pero Leticia ya no lo escuchaba. Sabía que había llegado el momento de recuperar su vida. Sin mirar atrás, tomó a su hijo y se marchó.
La traición de Adrián había dividido una familia, pero Leticia había encontrado la fuerza para reconstruir su vida, lejos de las mentiras y el engaño.